viernes, 17 de mayo de 2013

Cómics que no dejaría I


            No os voy a decir que no leáis los cómics de los que voy a hablar. Esta simplemente es una pequeña lista de lecturas que no recomiendo porque creo que no tienen la calidad suficiente para que perdáis el tiempo en ellos, no son representativos de la época en la que fueron editados o son el peor representante de lo que en aquel momento se estilaba en los cómics.


            Quizás, rizando el rizo, si deberíais leerlos simplemente por labor pedagógica, ya que muchos se derivan de obras maestras y representan la prostitución de una idea puesta al servicio de la moda imperante del momento y como una historia maravillosa puede ser destrozada por un autor que, o bien no ha comprendido el concepto de la obra original, o simplemente es un inútil que está ahí porque es un autor de moda.

            También los hay que no comprenden el personaje que están escribiendo, no conocen su historia y su idiosincrasia. Así que cogen un personaje icónico y desde su primer número le ponen a hacer cosas que van en contra de todo lo contado anteriormente sin pararse a tratar de hacerlo evolucionar de una manera gradual y coherente hacia lo que ellos quieren contar. Simplemente llegan y de un día para otro te lo cambian por completo. Un ejemplo contrario a esto, y que debería de servir de ejemplo sobre como se hacen bien las cosas, es la evolución que han experimentado Lobezno y Ciclope hasta casi ocupar el uno la posición anteriormente ocupada por el otro, y que se ha ido narrando poco a poco a lo largo de varios años.


Uno de los peores representantes de todo lo anterior y de la época “Grim and gritty” son los X-Force de Liefeld. Esta serie era la sucesora de Los Nuevos Mutantes, en la que se narraban las aventuras de los mas jóvenes pupilos del Instituto Xavier y que en sus últimos números estaban viviendo aventuras bastante intrascendentes, pero agradables de leer, de mano de Lousie Simonson. Pero alguien en las alturas debió de pensar que ahora lo que molaba es que los superhéroes fueran duros y no se contentaran con esperar a que los villanos atacaran, sino que debían de ir a por ellos y si era posible hacerles mucha pupa y mutilarlos si fuese necesario. Y el elegido para esta conversión fue Rob Liefeld.
            Su primer trabajo fue la miniserie de Halcón y Paloma para DC, una historia en la que se narraba la aparición de la nueva encarnación de Paloma (el anterior personaje había sido uno de los grandes sacrificados en las Crisis originales) y estaba guionizada por unos correctos Karl y Barbara Kesel. El Liefeld de esta miniserie no es malo, se le ve un tanto verde pero con bastante margen de mejora. Incluso trato de innovar en el ultimo numero, que transcurre en la dimensión de los señores del caos, jugando con las viñetas y haciendo que hubiera que girar el cómic para poder leerlo (Capullo no ha inventado nada), pero que no vimos pues al editor eso le pareció muy raro y moderno y las enderezo. Pero al igual que se le veía lo bueno, también se empezaban a notar algunos de sus famosos vicios y que luego ya desarrollaría hasta la saciedad.

            De aquí pasa a Marvel, donde se ocupa de algunas historias sueltas (Spiderman, X-Men) y entra como dibujante regular en el numero 86 de Los Nuevos Mutantes (sustituyendo a Bret Blevins). La guionista era Louise Simonson, que como ya he comentado, estaba haciendo una serie de historias que no pasarían a la historia, pero que al menos se alejaban del dramón decimonónico de la serie madre. Sus personajes eran adolescentes y hacía que se comportaran como tales. Pero llega Liefeld y considera que la serie no mola y que hay que introducir nuevos personajes, y que estos sean más duros, más fuertes y más guays. Así nace Cable, que originalmente iba a llamarse Profesor-X (cuanta originalidad) y al que se le cambia el nombre por otro mas “interesante” y cuya función es la de servir como nuevo tutor a los pupilos mas jóvenes de Xavier (por aquella época a punto de ser rescatado de su estancia en el espacio).

            No se le da ningún tipo de pasado al personaje, ningún trasfondo ni nada remotamente parecido. Para que, si molaba mas y ya nos iremos inventando lo demás por el camino. Así que Liefeld cada vez fue metiendo mas mano en los guiones de Simonson y haciendo que lo que eran las aventuras de unos adolescentes se convirtiera en la genesis de un grupo paramilitar formado por soldados adolescentes y un “maestro” que les empuja a la proactividad frente a las amenazas. Y todo esto aderezado por un Liefeld que cada vez va dejando más atrás las buenas sensaciones anteriores e incide en sus famosos despropósitos: cuerpos irreales, perspectivas imposibles, dientes (de aquí aprendió la Pantoja), ausencia de fondos y que son sustituidos por rayitas cinéticas  y sobre todo contraluces, que bien usados pueden ser un gran recurso gráfico, pero que el usa (y abusa) para ahorrarse el dibujar los personajes.


            Cada vez va metiendo más mano en los guiones y logra hartar a la guionista, que se planta ante Bob Harras y le plantea un ultimátum: o él o yo…y Harras se queda con él, que es más guay y encima tiene a la gente loquita (y esto termina de hundir a Claremont, que ya estaba un tanto hastiado de las nuevas estrellas y le hace pensar que él será el siguiente en salir…cosa que así sucede). Sí, la serie se había convertido poco a poco en un superventas y era una de la más “hot” de la editorial. Así que Liefeld se queda con la serie para el solito, pero como lo suyo es plantear cosas guays pero no guionizarlas, le ponen de co-guionista a Fabian Nicieza, un tipo con muchas tablas y al que siempre me he imaginado tirandose de los pelos cada vez que le llegaba el Plot de Liefeld.

La serie va viento en popa y se decide que, ya que tiene una nueva dirección y que el mercado del cómic se encuentra por las nubes, se cancele y se lance una nueva llamada X-Force. Un éxito: 4 millones de ejemplares vendidos (hay trampa, ya que se regalaban Trading Cards y había que comprar varios ejemplares para hacerte con todas…y muchos compraban varios ejemplares para guardarlos y luego especular con ellos). La serie arranca como a Liefeld le gusta: los personajes atacando de manera preventiva a los malos, con poses muy chulas, personajes ultra-violentos que cortan manos y cabezas como si nada y diálogos muy duros y molones...y ya. No hay una idea de fondo ni una dirección en la que avanzar, todo ocurre porque a Liefeld le mola que ocurra. Aparecen malos muy malosos que no sabes de donde vienen y hacia donde van, pero son muy chulos y amenazantes.


            Rediseña a los personajes dándoles nuevos trajes…que son iguales y que solo se diferencian en el color de las rayitas. A ver Alberto, que si son un grupo todos han de tener una cierta coherencia en su ropa…si, pero es que ocurre con los trajes de los buenos y los malos, que tienen trajes con diseños parecidos. ¿Para que romperme la cabeza con diferentes diseños, si he hecho uno que es la ostia de guay?, pues lo voy adaptando y listo…así me queda más tiempo para irme a surfear y enseñar el culo en un anuncio de Levis.

            La nueva serie es un despropósito tras otro. Jim Lee también se había hecho cargo en solitario de la nueva serie de los X-Men, pero se le veía que tenía un plan: arcos cortos (de unos 3 o 4 números) y que iban enlazando unos con otros, dejando atrás las historias a largo plazo y que duraban años de Claremont. Pero en el caso de Liefeld no se ve nada de esto, no hay arcos ni una dirección clara. Hay un par de malos que tienen unos planes muy chungos, pero no se avanza en nada, todo son peleas tras peleas y cosas muy chungas. Menos mal que luego vinieron otros autores (Nicieza cuando se quito los grilletes) y arreglaron los desperfectos y lograron dar algo de profundidad a los personajes que el había creado y que merecían la pena (Masacre, Domino y en menor medida Dyscordia) y hacer desaparecer a otros para siempre (casi todos los demás).

            Si al menos el dibujo acompañara habría sido mas llevable la cosa (al Batman All-Star me remito) pero es que Liefeld va haciéndose más perezoso en cada numero. Si ya antes las poses, las perspectivas y la anatomía resultaban cuando menos sonrojantes, en cada numero van empeorando hasta momentos verdaderamente históricos. Y a esto hay que añadirle una falta, cada vez más notoria, de ganas de trabajar y que le hace mostrar cada vez más a los personajes a contraluz para así tener que dibujar los mínimos detalles posible (y si es posible dibujar solo la silueta, pues no se corta).


Y no vamos a hablar de los “homenajes” a otros dibujantes directamente calcados de sus viñetas. Puedes coger sus cómics y tirarte horas y horas buscando homenajes a otras viñetas. Y cuando termines con ellas, puedes seguir con los homenajes que son los personajes que creó en Image y Awesome…y luego tirarte horas hipnotizado mirando las tetas del Capitán America.

En definitiva, una serie que aúna lo peor de la llamada época “Grimm and gritty” inaugurada por el TDKR de Miller y que todos trataron de copiar, pocos lo consiguieron y menos lo entendieron. Un cómic que no recomendaría a nadie y que tampoco prestaría porque solo merece la pena como objeto histórico para comprender los males que asolaron la industria del cómic a finales del siglo XX y que llevaron a Marvel al abismo (de poder absorber DC a casi ser absorbida por ellos).

Y aún así le tengo cariño a esta serie, la guardo en mi biblioteca y de vez en cuando la echo un vistazo. No deja de ser horrible y un ejemplo de lo que no hay que hacer, pero no puedo evitar recordar los buenos momentos que me hacía pasar y las maneras en que alguno de estos números llegaron a mis manos.